Mucho se ha dicho sobre el uso de las “crisis humanitarias” con el fin de promover intervenciones militares, sobre todo lo relacionado con las destructivas consecuencias de dichas operaciones. Los casos de Somalia, la extinta Yugoslavia y Libia son los más representativos de las últimas décadas por tratarse de naciones que se sumieron en un caos sin precedentes junto con la instalación de paraeconomías como tratas de personas y el negocio de la guerra infinita.
Poco se escribe sobre cómo se arma un expediente de tipo “humanitario”, en el que las ONGs y los medios de propaganda financiados por los promotores de intervenciones son agentes clave de las operaciones militares.
Así, la venta de relatos como productos de márketing en torno a la situación venezolana actual se hace cada vez más prolija en sus modos y despliegue. Medios estadounidenses como The New York Times (NYT) y The Washington Post (WaPo) son los propagandistas habituales de este tipo de relato, y no escatiman recursos para hacer su trabajo efectivo aun cuando promuevan noticias falsas (fake news) de todas las maneras posibles.
Editoriales del colapso y la intervención
Aquí no se trata de esconder las duras consecuencias de la crisis (impuesta) en Venezuela, sino de desenredar lo que se cuenta de lo que permanece vetado en los medios corporativos. El hecho de que el NYT publique un extenso fotorreportaje sobre una supuesta hambruna que se lleva por delante la vida de los niños venezolanos debe causar suspicacia no sólo por el medio que divulga la “noticia” sino por la forma en que es tratada la información.
Una de las técnicas más usuales de la propaganda pro-intervención consiste en la atomización de la información recabada para mostrarla como cuadro generalizador de un contexto. El NYT usa el testimonio de una familia como retrato de un país acabado por el hambre para desfigurar la realidad: aunque Venezuela viva momentos difíciles en términos de inflación inducida exacerbada y desabastecimiento programado, la mayoría de la población es capaz de abastecerse de alimentos por medio de planes efectivos de subsidio a la alimentación, sobre todo a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que hasta la fecha beneficia a más de 6 millones de familias.
Sin duda ha habido casos graves de familias depauperadas por la situación económica del país. Entre ellas el caso que presenta el NYT, aunque éste es usado de forma sensacional para vender a la lectoría global que casi todos los niños del país mueren de hambre bajo responsabilidad enteramente del Gobierno Bolivariano, sin matices de ningún tipo. No se mencionan los diferentes factores que convergen en la presente coyuntura nacional.
Según el medio neoyorquino, “el gobierno ha utilizado la comida como una manera de mantenerse en el poder”: una afirmación temeraria si se toma en cuenta que han sido los empresarios y comerciantes privados los que han escondido o dejado descomponer alimentos y subido los precios de aquellos de manera sistemática, referenciados a una tasa de divisas completamente desfasada de la realidad monetaria venezolana. Son hechos comprobados, no opiniones como la citada del NYT.
Se comprueba, entonces, que a través de imágenes que impactan la sensibilidad del receptor de noticias y de relatos que se muestran como cuadros totalizadores de una realidad amplia y compleja, también se desnaturalizan las causas de la situación venezolana. El ocultamiento de los orígenes de la crisis repercute inmediatamente, según el NYT, en la responsabilidad del chavismo por todas las consecuencias que estos medios catalogan como “crisis humanitaria”.
Pocos periodistas y analistas políticos afirman que las causas de lo que sucede hoy en Venezuela tienen que ver tanto con el sabotaje a lo interno de la economía y la moneda locales como con el bloqueo financiero impuesto por la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro, cuyos efectos se trasladan a los diversos sectores de la vida económica nacional por ser el Estado venezolano uno dependiente de los petrodólares. Un escenario similar fue usado contra Irán, país actualmente atacado por la Administración Trump desde varios frentes y que sirve como espejo de la realidad venezolana.
Sin embargo, no es el NYT el único medio que enfila sus baterías informativas contra Venezuela: el WaPo es aún más beligerante en su posición editorial.
Una nota de opinión firmada por Jackson Diehl, una de las voces más difundidas del WaPo, hace gala de su apoyo a una intervención militar de tipo humanitaria sobre suelo venezolano.
De hecho, cita el delirante artículo de Ricardo Hausmann, agente de la Universidad de Harvard y ex ministro de Carlos Andrés Pérez, para argumentar “cómo los extremos de la crisis en Venezuela están rompiendo tabúes políticos de viejas generaciones”.
Asimismo, enaltece la figura de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien según WaPo promueve la idea de un embargo petrolero por parte de EEUU sobre Venezuela como mecanismo de presión para un cambio de régimen.
El Grupo de Lima, bajo las directrices de Washington, entra a colación sobre este asunto, ya que según Diehl apoyaría con acciones este escenario no tan hipotético ya que el embargo no ha sido declarado pero se cumple de facto desde el año pasado, como profundización del bloqueo internacional sobre en la estructura económica y financiera del país.
El final de la nota del WaPo afirma que vivimos tiempos en la región en que las invasiones militares son urgentes porque, supuestamente, hay un pedido expreso de Venezuela en torno a esta opción, una alternativa ya asomada por el presidente de los EEUU.
Nada más lejos de la realidad, sobre todo si tomamos en cuenta que tanto las noticias falsas del NYT y los textos encubiertamente editoriales del WaPo venden una idea que rechaza, al menos, el 76% de los venezolanos y las venezolanas.
El negocio de la guerra tiene sus portavoces
Los dos medios estadounidenses citados aquí forman parte de una estructura corporativa ligada a las altas finanzas de Wall Street y el corretaje de personalidades multimillonarias, también conectadas a la CIA y el llamado complejo industrial-militar.
Este último entramado ha contado con el NYT y el WaPo, entre otros medios a escala global, para promover las guerras necesarias a los informes financieros de las principales contratistas de las armas en EEUU.
El negocio de la guerra, entonces, toma un relieve especial en cuanto a las narrativas del colapso y la intervención, si tomamos en cuenta que los medios estadounidenses han sido tomados por grupos de poder con planes estratégicos de iniciar conflictos por motivos políticos, económicos, financieros, geopolíticos y geoeconómicos.
Bien documentado por el periodista Carl Bernstein está el hecho de que la CIA tiene estrechos lazos con el NYT desde la década de 1950, cuestión que también afirma el ex espía estadounidense Steve Kangas.
El ex director de ese medio, Arthur Hays Sulzberger, fue amigo cercano de Allen Dulles, entonces director de la CIA y diseñador de operaciones encubiertas que concluyeron en golpes de Estado en otras partes del mundo. El mismo Sulzberger es, hoy, uno de los grandes accionistas de The New York Times Company al igual que otros fondos de cobertura financiera, capitanes de Wall Street, como Vanguard Group y Blackrock Inc. Los editoriales del NYT reconocen el poderío imperial de EEUU, que reside en su capacidad militar y el entramado finaciero del dólar, y lo aprueban sin pudor.
De igual forma, el WaPo tiene como dueño un multimillonario con estrechas conexiones con el complejo industrial-militar: se trata de Jeffrey Bezos, dueño también del portal de comercio digital Amazon.
Bezos compró el WaPO en agosto de 2013 por unos 250 millones de dólares. En 2012 concretó una operación comercial con la CIA, cooperación que detalla una fuerte inversión en una compañía de computación cuántica de Canadá. En marzo de 2013 Amazon firmó un acuerdo de 600 millones de dólares para proveer servicios de computación para la CIA y otras agencias de inteligencia y seguridad del gobierno estadounidense.
La íntima colaboración entre agencias de información y de servicios militares en los EEUU es una historia que crece a pasos agigantados. El historiador estadounidense Eric Zuesse anota cómo esta cooperación se decanta, sobre todo, con el WaPo como el principal propagandista del complejo industrial-militar, por encima del NYT, que hasta hace poco se regodeaba de ese título.
A tono con las narrativas sensancionalistas de estos dos medios, fieles a los principios de propaganda del nazismo, el uso mediático del NYT y el WaPo contra Venezuela es signo de una operación de márketing a gran escala. Los relatos de “crisis humanitaria” que incluyen la promoción de una intervención militar por parte de EEUU y sus “aliados” sobre el país son también para acrecentar las ganancias del complejo industrial-militar occidental liderados por corporaciones como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon. Una operación comercial, pues a medida que suben el tono y posibilitan un escenario de intervención militar, estas compañías pueden aumentar su influencia sobre el presupuesto de defensa y en la demanda de armas que les permita aumentar sus cotizaciones en la bolsa.
Ese mismo entramado relacionado al mundo militar corporativo se aúna al presentado proyecto de ley de asistencia humanitaria ya aprobado por la Cámara Baja del Congreso estadounidense, tomado por las transnacionales mediante lobbies y financiamientos, en el que se pide al Pentágono alistarse para una intervención humanitaria sobre Venezuela. No hay nota disonante o fuera de lugar en la partitura corporativa.
Los portavoces de las invasiones humanitarias no juegan en el terreno periodístico, sino que forman parte del negocio de la guerra. Con Venezuela, intentan cobrar lo incesantemente invertido por estas corporaciones que tienen el poder en los EEUU desde hace unas cinco décadas.
Misión Verdad
No hay comentarios:
Publicar un comentario