martes, 24 de octubre de 2017

Las 7 Pruebas de la Guerra Económica

Probar la guerra económica debe ser nuestro discurso diario, aceptar o negar que ella existe es colocarse de un lado u otro de la contienda, en este sentido, la guerra psicológica de la derecha construye su explicación de la crisis económica que vive el venezolano, a través de un mensaje sencillo, fácil de recordar y repetir, con una elaboración que no invita a la activación del razonamiento sino al cerebro reptil primitivo que rige los centros de la territorialidad y de la agresión, su contenido es que se trata de un caos económico proveniente de “la ineptitud” de los gobernantes, su “deshonestidad” y al “gasto de los recursos en regalos a otros países”.
Los antídotos informativos que den cuenta de la guerra psicológica y denuncien la guerra económica tienen una enorme importancia estratégica para contar con la imprescindible colaboración de la población en el resguardo de la Seguridad y Defensa Integral de la Nación, cuestión esta en que la Revolución Bolivariana representó un salto cuántico, al establecer tanto en la Constitución como en las leyes respectivas la corresponsabilidad de los ciudadanos como aspecto central de la protección de la República.
¿Qué pruebas tenemos de que la guerra económica existe?: 1) El alza del Dolartoday respecto al verdadero valor del dólar. Mientras en todas partes del mundo el valor primario de la divisa se determina dividiendo la liquidez monetaria entre las reservas internacionales, monto denominado “dólar implícito”, en Dolartoday ese valor es aumentado arbitrariamente en un 1000%. Ello con la finalidad de potenciar el alza de precios que buscarán ser calculados con referencia en la divisa falsamente elevada; 2) subproducción y “desabastecimiento programado”, a través de una canasta de “productos ausentes” que incluye los principales hábitos y necesidades de los venezolanos: desde las caraotas y la harina hasta los palitos de los oídos y el papel higiénico. Rubros que ya no forman parte del consumo mayoritario, como por ejemplo la mermelada, no están incluidos en la escasez, a pesar de sus ingredientes.
3) Aumento de precios en alternativas alimentarias a pesar de costar menos producirlas, por ejemplo, ¿Cuál es la lógica de que las mollejas o las alas de pollo tengan el mismo precio del pollo? o un cartón de huevos cueste más que un kilo de costillas y lo mismo que un kilo de carne, rubro este último que toma 4 años producir, ¿cómo justificar por ejemplo que un kilo de arroz cueste significativamente más que uno de caraotas negras?; 4) abundancia en el mercado de mercancías de lujo elaboradas con ingredientes escasos ej. Yogurt, mermeladas, dulces de repostería, golosinas, café de panadería, refrescos, hojuelas de maíz, granos enlatados y quesos.
5) Simplificación de la producción, eliminando las presentaciones más pequeñas a favor de las grandes, obligando a un mayor consumo y gasto; 6) aumentos indiscriminados que no se corresponden con el índice inflacionario, en productos de consumo masivo ej. Las gaseosas, galletas, la cerveza y las bebidas alcohólicas; 7) desaparición de productos líderes del mercado en rubros como el queso fundido, varias marcas de champú, o los jabones emblemáticos de Venezuela.
La clase asalariada sigue siendo la victima principal de esta guerra, debe sufrir por ser la dueña de los votos, dejar a los asalariados tranquilos equivale a tolerar que voten por el chavismo, deben ser atacados a mansalva para que el país se incendie y le eche la culpa al gobierno. Ahora bien, no es precisamente un modelo económico que pueda durar, si el actual estado de cosas se perpetuara en Venezuela, habríamos generado un nuevo y absurdo modo de producción donde la subclase de los proletarios no asalariados: manicuristas, barberos, mecánicos, perrocalenteros etcétera, serían el estrato de mayores ingresos entre los trabajadores, por lo que resultaría mejor aspirar a ser peluquero que ingeniero.
En tal modelo patológico, los dueños de empresas sostendrían la .sub producción y el encarecimiento para mantenerse en el “punto de equilibrio”, cero ganancias, cero pérdidas, al menos por los próximos 60 años, calculando que la Revolución Bolivariana no tiene por qué durar menos que la cubana. Ahí tendríamos que descubrir una nueva ley capitalista, desconocida hasta ahora, por la cual explicar que en el futuro cercano no aparecerán empresarios competidores que quiebren a esos “cero ganancias”, sacando ventaja de fabricar por ejemplo una cosa que se llame otra vez champú y no “extracto para lavado capilar”, o producir algo que se llame leche y no “mezcla lactosa”, y sin duda, alguien que se le ocurra apoderarse de los mercados abandonados de la mantequilla Brum o de la mayonesa La Torre del Oro, o quizás algo que compita con la crema Colgate, sin cobrarle a la gente el grosero precio de 10$ el tubo.
Lo que abisma de esta singular apuesta del feudalismo empresarial venezolano es que no ve “vuelta atrás”, las pérdidas obligan a ese jugador contumaz a “recuperarse” de la enorme pérdida acumulada, sin saber incluso los efectos irreversibles que pueda tener la merma de la fidelidad de marca de sus productos, sin un esmerado apoyo monetario para gastos de mercadeo por parte del gobierno de derecha que ellos prevén vendrá, ¿vendrá?
Al bebedor de cervezas y de escocés que nunca había tomado cocuy y ahora lo saborea bien, ¿será tan fácil venderle otra vez una botella de whisky o una caja de frías?, ¿Podrá posicionarse otra vez como imprescindible la bendita harina precocida entre los que comieron arepas de plátano y yuca?
En el mundo fantasioso que crearon, donde las mollejas valen lo mismo que la pechuga y donde el pescado aparece a precios que solo justificaría el aumento constante de la “pescarina”, haría falta un milagro económico al revés para mantenerlo.
La crisis del modelo absurdo vendrá rápido y sus consecuencias las pagaran los apostadores que no tienen el fuelle de POLAR, ni el apoyo transnacional de Procter, el chiripero empresarial pequeño burgués será el primero en fenecer, sea cual sea el resultado final de esta guerra económica, ¿acaso queda dudas de quién pagó los platos rotos del 2002?, ¿Mendoza?, ¿Procter?
Como decía Herrera Luque, Venezuela es un país de tantas paradojas que “la conquista la hicieron los indios y la Independencia los españoles”, aludiendo a los primeros por el ejército de aborígenes sirvientes que derrotó la coalición indígena guerrera del Gran Tiuna en Maracapana, y a los últimos por el origen hispano de Bolívar y los otros próceres. Al final, la temida “cubanización de Venezuela” que tanto proclamaban en vida de Chávez, está efectivamente llevándose a cabo por los políticos de derecha y los señores feudales del empresariado: una nación bloqueada en lo financiero por su injusta certificación de riesgo internacional y las nuevas sanciones imperiales, con escasez galopante de sus principales hábitos y necesidades de consumo causados por la subproducción y la reducción sistemática del salario real, la imposibilidad material de viajar fuera del país y el racionamiento forzoso, debido a los altos precios.
No obstante, igual que en Cuba, hay una buena parte del pueblo consciente, politizado y más organizado de lo que la derecha quiere aceptar. Estamos ante un país muy distinto del referente adeco de los 80’s, se trata de un conglomerado más educado, más informado, mejor preparado para las dificultades.
La guerra económica es el desmán de acabar con un movimiento social destruyendo un país entero, su virtud principal: la persistencia, su defecto: lo repetitivo de sus métodos, no obstante debemos ser versátiles en la respuesta a sus agresiones pues como bien lo decía Ernesto Guevara “no se puede acostumbrar al enemigo a una sola forma de lucha”.
Miguel Villegas Febres
miguelvillegasfebres@gmail.com

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