Prensa Ecosocialismo y Aguas (Minea) / Inparques / Ciudad Bolívar, 18/07/2017.- Una de las cascadas más emblemáticas de las tradiciones ancestrales, que se encuentran dentro del sector Oriental del Parque Nacional Canaima, es el Salto Hueso o Epöpa Merú, el cual debe su nombre a que. según los indígenas, en el fondo de sus aguas hay una gran cantidad de osamentas, como consecuencia de la fuerte corriente que precede a la caída que no permitía el acceso de extraños a las tierras de los arekunas.
Este reservorio natural es administrado por el Instituto Nacional de Parques (Inparques), ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para Ecosocialismo y Aguas (Minea), instituciones garantes de la preservación de este espacio, a través de los operativos de vigilancia y control, jornadas de saneamiento, investigación y monitoreo de recursos naturales y charlas de concienciación sobre su importancia ecológica dirigidas a los usuarios y las comunidades aledañas.
Aunque su caída es pequeña, resalta por la vegetación y los pozos que se forman en sus alrededores. Este salto combina el escenario de selva por su abundante vegetación y encaramadas de piedra, para luego ofrecer una poza de aguas tranquilas, arena suave y rosa, digno paisaje de una playa de inigualable belleza.
Para acceder al sitio, el visitante debe bajar por un sendero hasta un espacio desde donde podrá contemplar el mítico paisaje que es precedido por una laja que rodea el salto y se extiende a todo lo ancho del río formando cuevas.
Se puede llegar por vía terrestre y por vía fluvial a través de curiaras; además de ofrecer un inigualable paisaje permite al visitante hospedarse en una acogedora churuata abierta al salto, donde la familia Sucre, que por tradición se encarga de preservar este reservorio natural, ofrece comida, espacio para carpas u hospedaje en chinchorros y el traslado desde Kavanayén.
Tradición ancestral
Cuentan los hermanos indígenas que los Arekuna era el grupo del pueblo originario Pemón, que habitaba a las orillas del río Karuay, y al ser muy celosos de sus dominios no querían que nadie entrara a cazar o pescar. Así que a los intrusos los hacían cruzar el salto y como el remolino en la parte alta es tan feroz, la corriente se encargaba del resto.
Ahora viven aquí sus descendientes, Domitila Sucre, su papá Juan Rafael y su tía Ana Rita, quienes al igual que sus antepasados cuidan este patrimonio natural para beneficio de todas y todos. Aseguran que incursionar en el remolino sigue siendo muy riesgoso, por tanto hay que respetar las fuerzas de la naturaleza y vivir en armonía con el entorno.
Prensa Ecosocialismo y Aguas (Minea) / Inparques / Ligia Ruiz
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