miércoles, 18 de febrero de 2015

La Operación Jericó y la traición militar inaugurada por Baduel

Ya han sido ampliamente difundidos los datos y elementos que componen la mencionada Operación Jericó, donde, como bien señalaron tanto el presidente Nicolás Maduro como Diosdado Cabello, la mayoría de los elementos empalma con el llamado “Golpe Azul” del año pasado, en el que tuvo un papel central (tanto en aquella oportunidad como en esta) el general de la Aviación Oswaldo Hernández, alias “El Oso”.
Cabe destacar que el desmantelamiento de la operación revela, constata y confirma lo que desde esta página se vino señalando y analizando respecto a los factores y actores implicados. Como bien lo explicó el Presidente, se trata de una acción en cuatro fases: 1) el golpe económico, 2) el golpe social hacia el cual, de acuerdo a previas revelaciones, apuntaba la exacerbación de la inestabilidad social en los días críticos de enero, donde se pretendió desplegar una serie de acciones de guerra posmoderna que tenía entre sus objetivos paralizar la gira presidencial de principios de año, 3) el golpe político, donde se buscaría a “un traidor entre las filas del chavismo” cuya concreción provendría de una acción que constituiría 4) el golpe militar.
Paralelamente a la coordinación de acciones violentas se hacen harto visibles los elementos políticos que acompañarían a dicha acción, no en balde en la “conmemoración” de “La Salida” (la guarimba artillada del año pasado) sus principales protagonistas publicaron un documento que, si se lee bien, calza a la perfección con el escenario político que la acción golpista hubiera permitido de haberse alcanzado.
Pero, más allá de eso, en este punto se hace necesario revisar en el tiempo qué, quiénes y por qué se manifiesta la constante histórica de figuras militares que por convicciones políticas opuestas al chavismo (la lista es larga pero en su puntal expresivo se ven figuras como el maltrecho general Ángel Vivas, el “divo” Antonio Rivero o el mismo Hernández) o, en el otro extremo, aquellas figuras que encubiertas por el discurso de la “lealtad” buscan el momento en que las condiciones estén “dadas” para ejecutar defecciones o traiciones, según sea el caso.
En el marco del ciclo histórico del chavismo, podrían concebirse dos períodos bien delimitados que obedecen a condiciones históricas distintas y suficientemente diferenciadas entre sí. Uno sería tras las jornadas de los oficiales afectos a la vieja “institucionalidad” que encontró su punto irremisible de fracaso y desinfle en la Plaza Altamira, donde terminaron ahorcándose con su propio mecate.
El otro, mucho más delicado y en principio menos evidente, tiene como inicio indiscutible al general Raúl Isaías Baduel.
Un punto sí une irremisiblemente un período al otro: todas estas conspiraciones, operaciones magnicidas y actos públicos de apariencia solitaria tienen como hilo conductor a los operadores norteamericanos. Nadie ha sido capaz de cortar el hilo umbilical que une estas conspiraciones (en una considerable mayoría realizada por oficiales de escritorio) con la fulana embajada aquella.

El efecto Baduel

“Nadie podrá decir nunca que Baduel traicionó a Chávez”, reza el título de la entrevista que Luis Báez y Rosa Miriam Elizalde le realizaron a Raúl Isaías Baduel (entre otra serie de entrevistas) en el libro Chávez nuestro. Pero todos sabemos cuál o cuáles han sido los desenlaces.
A este punto de la historia han transcurrido ya casi ocho años de lo que constituyó una de las defecciones más sonoras de la Revolución Bolivariana en sus más de tres lustros de existencia. Como algunos podrán recordar, ya el perfil “crítico” en su discurso de retiro del cargo de ministro de la Defensa arrojaba claves que planteaban un distanciamiento con lo que venía consolidándose para ese preciso momento de la historia como la propuesta socialista del Comandante Chávez.
En una mezcla de misticismo postmoderno y observaciones críticas al “modelo”, lo que para algunos fue motivo de admiración para otro considerable grupo de personas se trató de un discurso en el cual nuevas zanjas se venían anunciando.
Efectivamente, semanas después de dicho discurso, el 5 de noviembre de 2007 (a un mes de ser escrutada la Reforma Constitucional planteada por el presidente Chávez), Baduel, que se promovió siempre como una de las referencias más leales y “evolucionadas” de la propuesta socialista, declaró en una extendida rueda de prensa que dicha reforma constituía un golpe de Estado.
Fuera de la incidencia inmediata de lo dicho, el efecto, por lo sorpresivo y por el peso simbólico que Baduel cuidadosamente fue construyendo a su alrededor, constituyó por sí mismo un verdadero golpe afectivo y perceptivo que enturbió con más fuerza la atmósfera de esos días. Había cumplido su trabajo.
En ese marco, Raúl Isaías Baduel inauguraba no sólo una nueva línea de defecciones (o traiciones) que en su aparente “independencia” o “institucionalidad” obedecían a una decisión que reflejaba una transmisión directa con los enemigos tradicionales de la Revolución Bolivariana. No podía concebirse como un vulgar disenso cuando comulgaba con pasmosa armonía con las matrices instaladas en ese preciso momento con la ultra. También, visto en retrospectiva, Baduel inaugura esa ilusión de “crítica” por izquierda que hoy en día se erige como otro lobby del discurso que tributa a la misma línea.

Otras conspiraciones develadas y sin efecto

Muchas han sido las denuncias donde el avance de las investigaciones impide la revelación de nombres o agrupaciones concretas. Pero no por eso han sido menos expresivos los nombres, actos y conspiraciones que han trascendido a lo largo de los últimos siete, ocho años, tomando como punto de partida el caso Baduel, todavía preso por casos de corrupción y por suministro de información a servicios de inteligencia extranjera. Una pequeña enumeración nos puede dar noticia de eso:
-El caso del vicealmirante Carlos Millán Millán (2008), magnicidio y golpe de Estado
-El caso del mayor Milton Revilla Soto (2010)
-El revisitado José de Jesús Gámez Bustamante (Guardia Nacional, 2012 y 2015)
-Los capitanes Juan Carlos Caguaripano y Juan Carlos Nieto Quintero, cuyo hermano Javier, en el “exilio” mayamero, está vinculado a su vez con el caso de los paramilitares de la finca Daktari de Robert Alonso (2014)
-Teniente Rafael Isea.
-El “Golpe Azul”: Daniel Machillanda, Oswaldo Hernández y Carlos Millán (2014).

Leamsy Salazar o el vacío

En este contexto, el más reciente en el hilo temporal lo encontramos en el ya patéticamente renombrado caso del capitán de corbeta Leamsy Salazar. De Baduel a Salazar se determina un arco temporal que en el centro de sus acciones destaca sus decisiones.
Y tales decisiones, por encima de la miseria que hoy en día constituyen, y la individualidad que ahora los desprende (y expulsión por voluntad propia) del transcurrir de la historia de la Revolución Bolivariana, voluntariamente los sitúa en grandes pro-hombres de la antipatria.
Tal vez un elemento determinante en lo que conduce a estos personajes de la gloria histórica a la Gloria Trevi de los medios lo expone Baduel en ese mismo libro, Chávez nuestro, cuando arroja aquella anécdota que se centra en los días inmediatamente posteriores al golpe y contragolpe de abril:
“Cuando entregué el mando de la Brigada de Paracaidistas y me enviaron a la Cuarta División, vino a verme una persona conocida que fungió como intermediario de los norteamericanos. Me hizo una propuesta de millones de dólares en efectivo y en bienes raíces, en el exterior, en diversas partes del mundo –en Francia, en Escocia o donde quisiera–. Ese hombre trajo documentos que avalaban las propiedades y se brindó, incluso, a ser mi asesor financiero, si lo estimaba conveniente. No tenía idea de las bancas offshore, los llamados paraísos fiscales. Bastaba una llamada y una clave, y manejaría una exagerada cantidad de dólares.
Si eso ocurrió con un simple mortal como yo, de cuánto no será el negocio que representa Venezuela para los intereses de Estados Unidos en el mundo”.
Misión Verdad

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