Por Marco Teruggi, Resumen Latinoamericano, 9 enero 2017.-2016 fue el año más difícil de la era chavista. Salvo algunas excepciones comunales, para todos resultó de una resistencia contra-reflujo sin pausa. Gelmaniano, de aprender a resistir, ni a irse ni a quedarse, a resistir. Se aprendió en gran parte: la revolución sigue como ese sueño eterno que nombraba el escritor Andrés Rivera, aunque ya no existe ese espíritu que todo lo tocaba de gloria. Hay grises, óxidos, escepticismos, alejamientos, traidores, una complejidad política que se busca desenredar en análisis y prácticas. Ya son tres años de vacas flacas, más que flacas rabiosas.
Pasar el año implicó una victoria. Extraña victoria por su sabor a pocos avances, a retrocesos también, a un aguantar contra las cuerdas en permanencia. Se podrá decir que eso ya es mucho en estas circunstancias adversas. Porque todas lo fueron: la geopolítica, los precios del petróleo, los ataques financieros etc. Ningún flanco resultó indemne. Estar de pie es mucho. De qué manera se defendió el proceso y cómo será este 2017 son los debates abiertos.
Algunos ya comenzaron a proponer líneas concretas de acción. El escritor Luis Britto García señaló algunas de ellas: No continuar otorgando el 80% de los dólares preferenciales a la misma docena de empresas que hacen importaciones fantasmas, acaparan y esconden los productos básicos importados y los revenden a mafias de bachaqueros a precios de dólar ilegal paralelo; hacer que el Estado asuma la importación y distribución de bienes básicos, mediante la cual una docena de oligopolios han creado la escasez a pesar de que se ha triplicado la cantidad de dólares preferenciales que les han sido otorgados desde 2004; nacionalizar los bancos implicados en el atentado contra la moneda y en el atentado cibernético contra el sistema de pago por tarjetas; denunciar los infames tratados contra la doble tributación, en virtud de los cuales las transnacionales no pagan impuestos en Venezuela.
Otros, como el ex ministro de economía, Luis Salas, sintetizó el desafío económico: “El principal reto del nuevo ministro de Economía y Finanzas, Ramón Lobo, será (…) derrotar los grupos de poder propios y extraños, externos e internos, negados a que la democratización alcanzada en los últimos años en la esfera política, social y cultural tenga su correlato en la esfera económica”.
El desafío medular reside en la economía, de eso no hay duda. Si no se deja la política de parches -necesaria pero insuficiente- la tendencia negativa que acompaña el proceso revolucionario difícilmente pueda ser revertida. La economía determina en última instancia, se ha repetido muchas veces. Estamos en esa instancia: la economía, con sus implicancias en las otras esferas, es lo que impide avanzar, nos hace retroceder. ¿Hay voluntad, correlación de fuerzas, cohesión, que permita que eso suceda? Existen varias miradas al respecto. No se debe apresurar un resultado: la pelea es peleando.
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-2016 fue un año de avances para nosotros.
Así dijo una parlamentaria de la Comuna Capitán Carmelo Mendoza, situada en las montañas de Lara. Avances porque la organización comunal logró generar excedentes, poner en marcha planes de siembras con productores asociados, generar mercados comunales, distribución de alimentos de manera centralizada etc. En ese territorio la crisis existió, pero no inundó. 2017 empieza allí con fortalezas, unión, perspectivas estratégicas. Resulta difícil saber si ese diagnóstico es el mismo para las 1717 comunas registradas en el país. Probablemente no. Seguro es que, en los espacios organizados, la situación de escasez y aumento de precios pudo ser frenada con mayor fuerza que en las zonas desorganizadas, o en aquellas bajo la mirada clientelar de la política que rige en gran parte de la dirección del chavismo.
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Existe un elemento central en esta etapa que se abre a partir del 2017: las contiendas electorales. Al menos que algún evento descarrile lo previsto, habrá elecciones a gobernadores, alcaldes, y, el año que viene, serán las presidenciales. ¿Puede ser ese evento el anuncio votado este 9 de enero por la Asamblea Nacional de declarar al presidente Nicolás Maduro en “abandono de cargo”? Parece difícil que así lo sea. La derecha apuesta al choque de poderes del Estado y el escándalo internacional. En lo segundo tiene un coro de medios de comunicación que repite su voz de manera coordinada. En lo primero su correlación de fuerzas no es buena: el Tribunal Supremo de Justicia ha declarado al legislativo en desacato y el Consejo Nacional Electoral no se plegará a su nuevo intento. En cuanto a la calle, espacio de definición central de la política, la derecha no sabe con qué cuenta. ¿Carta secreta?
Sin escenario golpista real, la situación es igualmente compleja: el chavismo puede perder el poder político. Por eso estabilizar la economía, antes que confrontar retóricamente, resulta vital. Hasta el momento los resultados no son los esperados: el aumento de precios de principio de año está siendo frontal. Ante eso Nicolás Maduro anunció un aumento de 50% en los salarios mínimos. ¿Cuánto tiempo se puede correr detrás de la pelota? Esos son los parches: necesarios pero insuficientes.
Las elecciones están bajo pregunta: ¿podrá tener una mayoría de gobernaciones el chavismo? La última contienda, el 6 de diciembre del 2015, dio una victoria legislativa a la derecha. ¿Qué pasará en la próxima? Hasta el momento resulta difícil leer las cartas con claridad. Y si esta época ha demostrado en varios países que las tan mentadas encuestadoras tienden más al error que al acierto, en el caso de Venezuela los números escasean. Vale más el olfato, la intuición militante, que lo que digan los pocos y no muy confiables cuadros estadísticos.
El año será entonces un continuo de batallas en todas las esferas. Ha sido así desde el inicio del proceso revolucionario, de manera crítica en esta etapa. Cada año empieza dentro del otro, nunca termina. Lo que está en juego es inmenso: el proceso político que dio los pasos más avanzados en el intento de construir un orden no-capitalista. Que hoy resiste ante la contraofensiva de las derechas continentales y el imperialismo norteamericano, que, como en un efecto dominó, ha logrado recomponer la correlación de fuerzas a su favor. No solamente políticamente sino también -y esa es la disputa madre, ligada a la economía- en el ámbito cultural.
Hay que defender Venezuela entonces. Con sus contradicciones, límites, errores, y las críticas -algunas oportunas, otras desacertadas- que se puedan hacer. Que se alejen aquellos que lo hacen porque pueden quedar manchados en sus pulcras trayectorias y de apellidos libres de problemas. Comienza un nuevo año en Venezuela y nos convoca a pensarla, resistirla, y preguntarnos cada día: ¿estoy haciendo todo lo que puedo hacer? Porque si es cierto que no parece haber decisión que logre quebrar las tendencias -salvo las que pueda tomar la dirección- también es cierto que nunca se construyeron victorias con gente rendida en sus casas.
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