viernes, 7 de agosto de 2015

Descubren acción cardiovascular de plantas autóctonas de Suramérica

  
Fueron aisladas por primera vez en el Ivic

Sustancias contenidas en las hojas de Aspidosperma fendleri  y Licania Cruegeriana controlan la hipertensión y el ritmo cardiaco

Altos de Pipe, 06 de agosto de 2015 (Mariel Cabrujas M.).-

Impedir la formación de coágulos y controlar tanto la hipertensión como la frecuencia cardiaca son acciones deseables en cualquier fármaco empleado en la terapia de enfermedades cardiovasculares.

Para hallar sustancias con las potencialidades mencionadas se requiere del estudio de los compuestos provenientes de las plantas y de la experimentación preclínica que determina su acción. En esta búsqueda un grupo de especialistas del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) descubrió recientemente los efectos cardiovasculares y antiplaquetarios, no reportados anteriormente, de las hojas de las plantas Aspidosperma fendleri y Licania Cruegeriana, nativas de Suramérica.

La investigación demostró que los extractos de estas especies vegetales son capaces de disminuir la presión arterial y mantener estable la frecuencia cardiaca, teniendo poca incidencia en la frecuencia cardiaca.

La acción de un medicamento puede variar dependiendo de las condiciones de cada organismo. Por ello, encontrar nuevos tratamientos eficientes y accesibles es una labor apremiante, sobre todo cuando se enfrenta a problemas de salud crónicos y con alta incidencia en la población como las enfermedades cardiovasculares.

“Los problemas cardiovasculares son la principal causa de muerte y discapacidad en el mundo. Es necesario buscar alternativas terapéuticas diferentes a las conocidas, porque se ha observado que existe un grupo de personas resistentes a algunas de ellas”, destacó la investigadora del Ivic y una de las responsables del estudio, Claudia Alvarado.




Naturaleza local con potencial

El uso popular que se le ha dado a las plantas para aliviar algunas dolencias y los registros de la literatura que reportan efectos comprobados de las mismas son fuentes de información para quienes investigan nuevas sustancias con fines medicinales.

“Nuestra flora tiene una gran biodiversidad y allí deben haber nuevas moléculas que aún no se han explorado y que seguramente tienen efectos biológicos con aplicación en la medicina”, destacó el investigador del Ivic, coordinador y miembro del equipo de trabajo, Omar Estrada.

Aspidosperma fendleri pertenece a la familia Apocynaceae, conformada por 1.500 especies y 424 géneros que habitan en la zona tropical y subtropical del planeta. Algunos de estos árboles, hierbas y arbustos han sido descritos por sus propiedades sobre la hipertensión arterial. Sin embargo, estas todavía no han sido avaladas científicamente.

Por su parte, Licania cruegeriana proviene de la familia Chrysobalanaceae, representada por más de 200 especies de árboles y arbustos, principalmente distribuidos en las regiones tropicales de Suramérica.

Para llegar a los resultados obtenidos, los especialistas aislaron por primera vez los componentes activos presentes en las hojas de los arbustos comunes en tierras venezolanas, especialmente en el parque nacional Henry Pittier, ubicado en el estado Aragua.

En los dos casos se identificó acción cardiovascular en los extractos etanólicos de las plantas, en las fracciones y sub fracciones derivadas de dichos extractos hasta localizar los compuestos activos: triterpenos glicosildos (A. fendleri) y nuevos triterpenos (L. cruegeriana). Ambos fueron sometidos a experimentación con la finalidad de comprobar sus propiedades y efectos sobre ratas hipertensas.

Los compuestos cardiovascularmente activos fueron inyectados en una sola dosis y de forma intravenosa a los animales. La acción sobre la presión arterial y la frecuencia cardiaca fue monitoreada constantemente, observando que el efecto hipotensor se alcanzaba en un tiempo máximo de 65 segundos, según se explicó en los artículos científicos publicados en diciembre de 2014 en la revista Molecules y en febrero de 2015 por la revista Natural Product Communications.

El protocolo seguido para la experimentación fue avalado por el Comité de Ética del Ivic, garantizando el cumplimiento de las normativas exigidas para el uso de animales con fines de experimentación científica.

Los extractos de las plantas se obtuvieron al disolver en etanol el contenido de las hojas, para luego ser separados empleando técnicas cromatográficas. En los extractos los componentes se encuentran a baja concentración, por eso son fraccionados y colocados en un solvente apropiado. Las fracciones resultantes son sometidas a los ensayos biológicos para precisar cuál de ellas contiene la sustancia responsable del efecto.

Técnicas especializadas permiten determinar cuál es la molécula involucrada en la acción, una vez que se purifica el compuesto bioactivo proveniente del extracto. “Desde que concebimos el proyecto estamos evaluando plantas para aislar las moléculas con potencial terapéutico. La idea es realizar posteriormente estudios farmacológicos y toxicológicos para evaluar a profundidad la acción y su posible uso”, indicó la investigadora.

Encontrar en las plantas autóctonas de América Latina nuevas sustancias con efectos beneficiosos sobre la salud también representa una oportunidad para explorar la diversidad natural y dirigir esfuerzos en la producción de soluciones elaboradas con materia prima local.

“Apostamos a darle valor a nuestra biodiversidad y a darle mejor calidad de vida a la población disminuyendo las discapacidades generadas por las enfermedades cardiovasculares, a través del uso sustentable de la naturaleza”, señaló Alvarado.

El trabajo forma parte del proyecto de Misión Ciencia denominado “Desarrollo de fármacos para el tratamiento de enfermedades cardiovasculares” (2007), coordinado por Estrada. El equipo participante en las publicaciones está compuesto por el personal científico del Ivic, Omar Estrada, Claudia Alvarado, Whendy Contreras, Giovana Acha, Withney Vinturini y la estudiante de posgrado Eva Lucena. Además colaboraron los investigadores de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Juan González y María Salazar Bookaman; y el botánico de la Facultad de Agronomía de la UCV, Alfonso Cardozo.








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